Cali - Club de ajedrez del Café Boulevard
4 de abril de 2019
El Café Boulevard está en la innombrable Calle del Pecado del Cali viejo. A partir de las 2:00 de la tarde reverberan cuerpos masculinos jubilados que vienen a este lugar a pasar la tarde jugando ajedrez. No solo juegan ajedrez, otros juegan cartas y otros miran el juego de los demás. Algunos otros se dedican a dar instrucciones y a enseñar sin querer, las mejores jugadas. Todos los asientos tienen cojines para cuerpos cansados. Este espacio de ausencia femenina, convive con una licorera y una venta de empanadas en el primer piso. Ambos atendidas por mujeres. La Calle del Pecado en los años setenta, fue considerada una afrenta a las buenas costumbres que tentacularmente fueron poblando el lugar, primero con 6, luego con 10, y después con 20 griles de vida nocturna. La eterna fiesta comenzó cuando terminó la construcción de un edificio en la calle novena entre las carreras tercera y quinta, construido por los empresarios de la noche, que desplazaron a las familias que habitaban el lugar. ¿Por qué se llama la calle del pecado? – le preguntamos a la señora de los helados de coco. –Pues imagínese que pasaba por aquí-, responde. Jaime, un asiduo jugador, dice que el lugar cambió de locación tres veces y que probablemente sea el ajedrez más antiguo del país. Su primera sede fue en el primer piso del Café Boulevard. Luego pasó a cinco casas arriba a un segundo piso y ahí duró tres años. Volvió a moverse al segundo piso del edificio justo enfrente, también de carácter patrimonial. Después regresó al segundo piso del café Boulevard y ahí se quedó. Jaime dice que juega aquí desde hace 65 años. En una pared cerca alguien escribió un exorcismo: “La calle del ‘Perdón’… donde abunde el pecado sobreabunda la gracia!».
Segundo piso del Café Boulevard donde se encuentra el club de ajedrez.
Entrada al club de ajedrez.
Vista desde el segundo piso al interior del club de ajedrez.
Mesa de registro.
Daniel Blanco, Columpio, 2019.
Usuarios de la obra Columpio de Daniel Blanco.
Usuarios de la obra Columpio de Daniel Blanco.
Demolición de Antigravedad de Juanita Bernal, 2019.
Montando Columpio, Daniel Blanco.
Montando Columpio, Daniel Blanco.
Detalle de Columpio, Daniel Blanco, 2019.
Daniel Blanco, Columpio, 2019.
Daniel Blanco, Columpio, 2019.
Daniel Blanco, Columpio, 2019.
Juanita Bernal, Antigravedad, 2019.
María José Dávila, Viento en Popa -instrucciones– 2019.
España and Samboní, D5 – E5, 2019.
Gustavo Henao, Barrio El Calvario, 2019.
María Camila Lesmes, Huerto de pimentones, 2019.
Andrea Infante, La división del mundo, 2019.
Paula Leuro, Esto es un aforismo, 2019.
Luna Gabriela Giraldo, Masas de ajedrez, 2019.
Johan Samboní, Burbujas hechas con sudor de Elías Heim, 2019.
Jorge Acero, Sin título (Los pingüinos de vidrio), 2019.
María José Dávila, Mamá, tengo sueño, 2019.
María José Dávila, Mamá, tengo sueño, 2019.
Alejandra Montero, 60 títulos, 2019.
Laura Campas, Racism no longer exists, 2019.
Ramiro Martínez, Asirenada, 2019.
Fidelina Bonilla, Chontaduro, 2019.
María José Dávila, Yo, No sé, 2019.
“Se acabó la bochornosa Calle Del Pecado” en, Despertar Vallecaucano N° 47, 1979.
“Seis horas, hasta las 7 a.m. se demoraron las autoridades en llegar al grill donde a la 1 a.m. de ese mismo sábado, cálido y turbulento, un parroquiano había disparado su arma contra otro, presumiblemente un competir en el negocio de los estupefacientes.
Lo anterior sucedió hace 10 años en la calle 9a. entre carreras 3a y 4a de Cali, vía que desde entonces ostentaba el nada grato nombre de «Calle del Pecado» gracias al existencia de 20 grilles o cabarets de pipiripao en cuyas penumbras se abusaba del sexo, se consumían cantidades navegables de licor y marihuana al compás de la música vulgar, estentórea y de pésimo gusto. Lugar de esparcimiento al socaire de las sombras de gentes viciosas, de damiselas de dudosa ortografía, homosexuales en indumentarias ridículas, de afortunados nuevos ricos venidos a más a través del contrabando y la droga, los grilles de la «Calle del Pecado» llegaron a tener fama nacional hasta el punto de que muchos viajeros que llegaban a Cali en busca de aventuras, la primera dirección que pedían en sus respectivos hoteles era la de la escandalosa vía, con su cotejo de asechanzas, peligros y arriesgados encuentros.
El relajo comenzó hace de tres lustros cuando el edificio recién terminado de un acaudalado caballero caleño, fue alquilado por un santiamén por los propietarios de varios clubes nocturnos que tomaron posesión del inmueble.
En un año seis grilles habían sentado sus reales en la construcción recién terminada y posteriormente y como por arte de magia, y por esa característica capacidad de imitación que es común en los colombianos, aparecieron diez más y luego cuatro que coparon todos los locales de la calle 9a entre carreras 3a y 5a. Las gentes decentes que vivían en ese sector, como don Jorge Steffens Glenn, no pudieron resistir el bullicio nocturno, el clangor de los bafles a todo volumen y los alaridos de personas beodas que rondaban por doquier y emigraron del lugar. La propiedad raíz se vino abajo y nadie quería comprar nada en ese sitio o alquilar los pisos altos de los edificios de varias plantas.
El apogeo de la guacherna duro varios años hasta que, sin que las autoridades tomaran la más mínima acción contra el bochinche y la promiscuidad ambiental, los tales «grilles» amontonados unos contra otros y en fiera competencia ruidosa, comenzaron a perder clientela ya que los antiguos calaveras y bohemios se cansaron y comenzaron a escasear.
Hoy la archifamosa «Calle del Pecado» no es sino un fantasma de lo que fue, ya que el edificio principal, nido de seis de esos tórridos bailaderos han desaparecido dos y en la calle 3a más de diez han quebrado y esfumado, dando por fin, lugar a que ingresen negocios decentes y a que la propiedad vuelva paulatinamente a adquirir algún valor económico. Esto, no obstante, son numerosos los locales que en esa calle permanecen desocupados en vista de la resistencia que aún subsiste entre las gentes a establecerse en un vecindario que todavía recuerda épocas de violencia, de escándalo y de ordinariez en los años pasados.
Una notaría, la Séptima, una sastrería, un salón de modas, un almacén de cambio de monedas, una encuadernación, un local de fotocopias, un restaurante y un almacén de artículos fotográficos, han ocupado valientemente los destartalados locales que alguna vez crepitaban al influjo de la música rock más barato y de la salsa más distorsionada, en todo el centro de Cali.
Los griles que quedan no parecen gozar de mucha acogida en la actualidad en todo caso son pocos y para beneficio del prestigio de Cali, la bochornosa «Calle del Pecado» ha pasado a la historia por consunción moral y está recuperando su antiguo aspecto de vecindario limpio y decente de la urbe.”