Mago

“En Dublín la gente sabe que, cuando un manto de niebla cae sobre el paisaje, significa que Manannán MacLir trae algo entre manos, o debajo de su capa mágica, o dentro de su inquietante saco, esa pieza de cuero tosco que durante siglos ha provocado la envidia de los personajes de la mitología celta y la de sus apasionados lectores, entre los que me cuento yo, que no soy celta sino de Veracruz y sin embargo de niño soñaba obsesivamente con ese saco, vaya eso en mi descargo, con esa bolsa burda de donde Manannán MacLir iba extrayendo una serie ilimitada de objetos, un hacha, un cerdo, una rama de plata, un arpón y un gorro patriarcal, aunque a esas alturas del sueño, casi siempre después del gorro, que era adusto y orondo, salía mi tía Margarita, a peacefugle, a peri potmother, a pringlipik in yhe ilandiskippy, una tia cuyas formas de mujer adulta fueron la espuela de mis sueños; sus formas magnificas y la bolsa, mágica de MacLir, de donde ella misma salía o más bien su pussypussy plunderpussy, su coño egregio, ínclito y glorioso, que era a su vez otro saco, y aquí la ganaba en un nivel inaccesible para mí, que era un niño celta nacido en Veracruz, pero un niño al fin. Manannán MacLir es un hombre tumultuoso y enigmático cuyo segundo componente puede empezar a darnos una idea del linaje de este hombre, por llamarlo así, que en realidad es un mago, un hechicero, un personaje que tiene derecho de picaporte con las fuerzas de la naturaleza; Mac Lir significa pues “hijo del mar”, lo cual simplifica, e incluso demerita, lo que acabo de escribir sobre él, aunque también es verdad que, para no perder la objetividad, a estos personales mágicos hay que mirarlos siempre entre el mérito y el demérito. El saco mágico de MacLir era, o puede ser que todavía lo sea, una bolsa que contenía todas las cosas del mundo, inanimadas y vivas, desde un clavo hasta un paisaje completo; si le daba hambre sacaba un pan, o una espada si tenía que defenderse, y puesto a sacar animales que podía elegir uno para cocinarlo al fuego, o cien para poblar una granja, su bolsa mágica no tenía limites, todavía no los tiene. Ese hijo celta del mar nació en Emain Abblach, un florido islote frete a la costa de Alba, que hoy, y desde hace siglos ha pasado a llamarse Escocia; aquel próspero islote tenía una vegetación rica y brillante que podía medirse en destellos, delumbrores y kilates. Por ejemplo, el viajero Bran McFebail tuvo entre sus manos una rama de plata donde crecían flores blancas, una pieza verdaderamente rara aunque lo que es raro de verdad es que el mundo lo recuerde a uno como viajero; viajar se ha popularizado tanto, se ha convertido en una vulgaridad de tan grandes proporciones, que hoy lo original, por no decir lo decente, es que cada quien viaje alrededor de su habitación, que es quizá lo que hacía Bran McFebril, ¿o de qué otro lugar, que no sea el saco de Manannán, pudo salir esa rama tan rara? Tracemos un perfil general de Manannán MacLir, antes de ir al cameo que generosamente ejecuto en la obra de Ulises, de James Joyce, un cameo que, al lado del saco mágico y de la pussypussy plunderpussy de mi tía Margarita, ocupó buena parte de mis sueños y de mis furibundas meditaciones infantiles: vive, desde luego en el mar; es alto y barbado y se parece mucho, para qué lo volvamos a ocultar, a Neptuno; acostumbra a navegar en una barca de reducidas dimensiones, fabricada de mimbre y cuero y también, cuando la ocasión y el terreno lo ameritan, se monta en Aonbárr, un fascinante caballito que galopa sobre el agua o sobre la tierra indistintamente, que es básicamente lo que hacen todos los caballo, nada más que éste corre por la superficie y los otros cruzan los ríos con el agua al cuello, pero eso sí: galopando. Por debajo del agua, pero siempre galopando. MacLir sale a la intemperie ataviado con una capa que, como estrategia para permanecer oculto, lejos de la mirada de enemigos y fisgones, cambia de color según el paisaje donde cabalgue; supongo que será color arena en el desierto y verde furibundo cuando cabalga por la selva de Veracruz, si es que aquel verdor recóndito, para él que ejerce sus poderes en los alrededores del mar Céltico, cabe dentro de su mágica jurisdicción. Ahora voy al cameo que Manannán MacLir hizo a Joyce y que, no tiene caso negarlo, me obsesiona desde hace años, desde que, como hace muy poco he dicho, era yo un niño de furibundas reflexiones y desbocadas fantasías; de pronto, cuando la novela ha completado ya sus dos terceras partes, aparece MacLir, aparece por sorpresa como los bancos de niebla que él mismo produce: el “sabio de Irlanda, con los ojos huecos”, está meditando en una comprometida posición “con la barbilla en las rodillas” chin on knees, escribió Joyce en su lengua; un instante después de esta aparición súbita, porque ha sido iluminada, violentamente y de golpe, por un faro seguidor, como el teatro, MacLir se levante lentamente, he rises slowly, escribe Joyce de este mago que, más que levantarse, va desembarazándose de las cadenas de su reflexión, que lo tenías chin on knees, encorvado de forma excesiva para un personaje mitológico de su edad y condición; ese levantarse lentamente tan teatral va acentuando por un viento helado y poderoso que puede arrebatarle a alguien el paraguas de las manos, o levantar una embarcación en vilo y azotarla contra las casas de Blackrock, un pacífico barrio dublinés donde, al margen de esta narración mitológica, han caído barcos completos, que habían sido levantados en lilo por una galerna, sobre algún tejado o jardín. Una vez de pie, MacLir adquiere toda su postura, “en torno a su cabeza se retuercen anguilas y congrios. En la mano derecha sostiene una bomba de bicicleta. En la mano izquierda a garra una gran langosta por las dos pinzas”, y a continuación, con su “voz de olas”, grita: “¡Aum!, ¡Hek!, ¡Wal!, ¡Ak!, ¡Lup!, ¡Mor!, ¡Ma!”, una fascinante ecuación fonética a la que regresaré más adelante. Luego MacLir dice cosas con “voz de viento marino silbante” y “con un grito de pájaros de tormenta”: “¡Shakti, Shiva! ¡oscuro padre escondido!” dark hidden father, e inmediatamente después, por si lo que ha dicho y hecho fuera poco cameo, comienza a golpear a la langosta que trae en la mano izquierda con la bomba de bicicleta que sujeta con la derecha; en medio de esa brutal carnicería, donde refulgen los doce signos del zodiaco, gime con la vehemencia del océano: ¡Aum!, ¡Baum!, ¡Pyjaum!, yo soy la luz del hogar, yo soy la manteca cremosa sueñoza”, un atractivo final de cameo que en su lengua original es todavía más rico, I am the dreamery creamery butter, un dreamery creamery que a mí me remite al pussypussy plunderpussy de mi pringlpik in the ilandiskippy que era esa mujer sonada con su deslumbrante y egregio coño que todavía me hace gritar ¡Aum!, ¡Hek!, ¡Wal!, ¡Ak!, ¡Lup!, ¡Mor!, ¡Ma!”con gritos de pájaro de tormenta con grito de stormbirds, menuda combinación poderosa de palabras, al gritar ¡stormbirds!, lo minimo que nos sale de la boca es una tormenta de pájaros. Despues del the dreamery creamery butter con que termina Manannán MacLir su parlamento, “una esquelética mano de judas estrangula la luz” que lo alumbra y un chorro de gas, que es el siguiente personaje en esta obra que se representa en Dublín, dice “¡Puuah! ¡Pfuiiiii!”. Pero había empezado estas líneas con esos mantos, o barcos, de niebla que caen súbitamente sobre Dublín, estaba ahí cuando ese oscuro padre escondido, ese dark hidden father que en realidad es Manannán MacLir, sumado a mi pringlpik in the ilandiskippy, tuvieron a bien escorarme el texto hacia lo mitológico, hacia lo escatológico, hacia lo sexyplexipussiplundertoxiplexisexy, hacia el brutal cameo del sabio de Irlanda, de quien yo quería contar, además de lo que ya he contado, lo siguiente: MacLir tiene entre sus atribuciones el grado feth fiaba, un vocablo resoplante que en lengua gaélica significa “amo de la niebla”, de aquí vienen esos bancos sólidos, esos mantos espesos que caen de vez en cuando sobre la ciudad de Dublín pero, más que nada, sobre su puerto; cuando MacLir quiere esconder algo, o desaparecerlo de plano, convoca la niebla, a Feth, su vasalla y súbdita, para que se manifieste en un cuerpo espeso. Yo estaba una mañana en mi balcón, como era costumbre en mis años dublineses, mirando las maniobras del puerto y tomando café, cuando una nube blanca y minúscula apareció en el centro de la bahía, en unos cuantos segundos, en lo que bebía un trago de café, aquella inocente nubecilla amento diez veces su tamaño; en muy poco tiempo la niebla lo había cubierto todo, los brazos enormes del granito que protegen el puesto, los barcos y los veleros, la Capitanía, la torre del Ayuntamiento y el balcón desde donde yo observaba el fenómeno; el faro, que ya nadie podía ver, comenzó a pitar intermitentemente esa nota ronca de oboe que usan los marineros cuando la niebla es espesa; cada treinta segundos el oboe rompía el silencio hermético que suele formarse dentro de las nubes; dejé de tomar café por que no podía ver la taza que sostenía con la mano; a lo lejos, un barco que venía de Inglaterra, comenzó a responder al oboe del faro con un silbato menos grave, del tipo de corno inglés; durante un tiempo incalculable oí al barco aproximarse, primero pitaba el faro y luego el barco, que se oía cada vez más cerca; cuando el barco pitó en la puerta de la bahía tuve la certeza de que MacLir estaba ahí haciendo algo, con algo entre manos, o de bajo de su manto druida, o dentro de su inquietante saco y, durante varios minutos, encerrados en ese banco espeso, blanquísimo y claustrofóbico, espere oír su grito entre el silbato del faro y el del barco, su poderoso grito de stormbirds: “¡Aum!, ¡Hek!, ¡Wal!, ¡Ak!, ¡Lup!, ¡Mor!, ¡Ma!”; esperé inmóvil, con la taza en la mano, hasta que la niebla comenzó a disiparse y entonces tuve terror, pánico de que cuando Feth por fin se esfumara no hubiera bahía, ni puerto, ni ¡Hek!, ni nada.”

Soler, J. Dreamery Creamery Stormbirds / La Orden del Finnegans. La Orden del Finnegans tiene como único propósito la veneración de la novela Ulises de James Joyce. Los miembros de esta orden se obligan a venerar la obra y, si es posible, asistir a Dublín en una jornada de Bloomsday que acaba en la Torre Martello (donde se inicia la novela) en Sandycove, para leer unos fragmentos. Tras ese acto anual caminan hasta el pub Finnegans en la vecina población de Dalkey donde dan fin a su acto anual. Orden del Finnegans (febrero de 2015) Wikipedia. Recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Orden_del_Finnegans

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