“Dentro de todo hombre obeso hay una máquina delgada que gesticula violentamente para que la dejen salir” (Boris Vian). Me acuerdo de esta frase de Vian y acabo pensando en Walter Benjamin, tan insustituible en la conjura shandy como su imprescindible máquina risueña de pesar libros, inventada para detectar las obras literarias que resultaban pesadas e insoportables y, por tanto, intransportables.
Cuando escribía HALP, al observar un día casualmente que las iniciales de este inventor (WB) eran las mismas que las del poeta W.B. Yeats, pensé en llamar Walter Benjamin Yeats al personaje del conjurado vienés, pero finalmente acabé dándole el nombre de Werner Littbarski: Werner en honor de Oscar Werner (uno de los actores de Jules et Jim de Truffaut) y Littbarski, en homenaje a un futbolista austriaco.
Hace unos días, en una vitrina del Museo de Escritores de Dublín, capté –te mando la fotografía- el dibujo de una máquina que W.B. Yeats diseñó en una libreta de uso personal. Es curioso, pero parece una máquina de pesar libros. Creo que, si cuando escribía HALP hubiera conocido ese bosquejo del poeta irlandés, tal vez no habría ni dudado a la hora de ponerle el nombre de Walter Benjamin Yeats al vienés que organizó aquella sonada fiesta portátil de Viena en la que Francis Scott Fitzgerald recobró por unos instantes la lucidez (exactamente cuándo dijo “A mí me habían invitado de verdad”) para a continuación perderla ya para el resto de la noche.”
Malú, D.T. (31 de agosto de 2009) La máquina de pesar libros. La costurera polar. Recuperado de: http://satamalive.blogspot.com.co/2009/09/11.html